martes, 27 de noviembre de 2018

LOS COMUNEROS

   Junto con la revuelta de las Germanías de Valencia y de Mallorca, la guerra de las Comunidades de Castilla, 1520-1522, fue la primera revolución de la época moderna representando la lucha de la burguesía municipal contra la realeza y la nobleza, el primer intento moderno de constitucionalismo antiabsolutista, precedente lejano del liberalismo de nuestra Edad Contemporánea, en Toledo se llegó hablar de un sistema republicano.
Tras la derrota de las tropas comuneras en Villalar con las ejecuciónes de Padilla, Bravo y Maldonado dejaron descabezada la revuelta.


   Hubo algún cabecilla más como la viuda de Padilla, María Pacheco, en Toledo o Pedro de Ayala, Conde de Salvatierra, el único noble adherido con una tropa de dos mil hombres al movimiento comunero también el obispo de Zamora, Antonio de Acuña, que al estilo, trescientos años antes, de los "curas trabucaires" de la guerra de la Independencia, organizó una tropa e hizo campaña por toda la Tierra de Campos y hostigado por las tropas del Conde de Benavente se refugió unos días en Torrelaguna desde donde anunció que iba a tomar posesión del Arzobispado de Toledo lo que levantó el entusiasmo de los partidarios comuneros e hizo que fuese recibido con vítores en Alcalá de Henares, dirigiéndose posteriormente a Toledo el último foco de resistencia.


   La victoria de Carlos I y su posterior perdón general no incluyó a María Pacheco, que siguió resistiendo en Toledo y en la toma de la ciudad por las tropas realistas logró huir a Portugal, donde moriría exiliada, ni tampoco a Antonio de Acuña, encarcelado en el Castillo de Simancas al no poderse ejecutar a un religioso, pero que al final lo sería por un intento de fuga el 24/3/1526, hecho por el que Carlos I fue excomulgado "por ordenar el ajusticiamiento de un prelado de la iglesia" lo que influyó en las malas relaciones que mantenía en esta época con el papado que acabarían con el "saco de Roma" de 1527.

   *Cuadros: 1º- La ejecución de Padilla, Bravo y Maldonado en Villalar de Antonio Gisbert.
2º- Comunicado a María Pacheco de la ejecución de su marido de Vicente Borrás

viernes, 26 de octubre de 2018

UN ALCALDE PARA LA CIUDAD DE LOS CUATRO NOMBRES

  

   La actual Sucre en Bolivia, de orígen prehispánico, a lo largo de su historia ha tenido varios nombres, primero la llamaron CHOQUECHACA habitada por el pueblo de los charcas independientes del imperio inca, con la llegada de los españoles de 1538 a 1776 pasó a llamarse LA PLATA, enmarcada dentro del Virreinato del Perú, posteriormente con las reformas borbónicas y la creación del Virreinato del Río de la Plata, (creo yo que para que no hubiese confusión con la otra zona homónima de la actual Argentina) se la llamó CHUQUISACA hasta 1825 cuando se la bautizó como SUCRE en honor del general independentista. 
                    
   Siendo tiempos en que era LA PLATA fue su regidor y alcalde ordinario GREGORIO DE MOYA Y PALACIOS, nacido en Torrelaguna, Maestre de Campo, que había pasado desde España al Nuevo Reino de Granada en 1671 con el séquito de Alonso Vélez de Guevara cuando este fue nombrado por el rey  Corregidor y Justicia Mayor de San Sebastián de Mariquita (actual Colombia) y Visitador de la Caja Real de Los Remedios.
   Existe documentación de que su padre y su abuelo, Miguel y Gregorio de Moya, eran de Torrelaguna y una bisabuela paterna, María, de Talamanca. Casó ya en América con María Bárbara González Picón y su descendencia quedó por el antiguo virreinato del Perú.

sábado, 4 de agosto de 2018

FRANCISCO SALAZAR Y LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

    Por la Pragmática Sanción de abril de 1767, dada por Carlos III,  se expulsaba a los jesuitas de todos los dominios de la Corona de España incluyendo los de Ultramar, decretaba también la incautación de todo el patrimonio de la Compañia de Jesús. Las razones de esta expulsión hay que buscarlas en el apoyo de los jesuitas al Papa en sus enfrentamientos con los gobiernos europeos, también se los acusaba de estar relacionados con el Motín de Esquilache de 1766, pero ya en agosto de 1765, la secretaría de Gracia y Justicia tenía un informe sobre las tendencias a favor o en contra de la Compañia de Jesús de la mayor parte de los ministros de los Consejos, Chancillerías y Audiencias del Reino. Entre los ministros investigados tenemos a Francisco Salazar y Agüero, que era calificado como "...indiferente, pero menos adicto a los jesuítas...".

   Francisco Salazar y Agüero había nacido en Torrelaguna el 7-9-1699, hijo de los también torrelagunenses Alonso Salazar y Rojas y de Josefa de Agüero. Perteneció al Consejo Real, fue Oidor de la Chancillería de Granada y Ministro del Consejo de Castilla. Falleció en Madrid el 19-4-1771, siendo durante sus últimos años de vida Regidor de Torrelaguna.
   Había casado en 1737 con Luisa Alvarez de Toledo y Navacerrada con la que tuvo cinco hijos: Francisco, Manuel, Antonio, Rosa y María.

    Para saber más:

Tomismo y jesuitismo en los tribunales españoles en vísperas de la expulsión de la Compañia de Jesús

La expulsión de los jesuitas (Blog: PASEANDO POR LA HISTORIA)

La expulsión de los jesuitas de Sonora

miércoles, 30 de mayo de 2018

APUNTE TAURINO DE 1895

Bartolomé Jiménez Najar, conocido como "Murcia", fue un torero de finales del s. XIX, nacido en Jumilla (Murcia) en 1867, del que recojo el siguiente dato de su biografía:


"...El año 1895 resultó especialmente positivo para 'Murcia', ya que triunfó en Molina de Aragón, Torrelaguna y Madrid, con "quiebros de rodillas colosales". La revista 'El Toreo' de Madrid, publicó su foto y biografía, elogiando su buen hacer..."

martes, 1 de mayo de 2018

LA MADRE DEL POETA GERARDO DIEGO




El 19 de diciembre de 1954 era inaugurada la Biblioteca Juan de Mena en Torrelaguna, al acto acudiría, en representación de la Real Academia Española, el poeta Gerardo Diego Cendoya, (Santander, 1896 - Madrid, 1987), dio un breve y bonito discurso recordando a su madre que había vivido algunos años de su mocedad en la Torrelaguna del siglo XIX:




« Inaugurar una Biblioteca siempre es un acto memorable. Y si se trata de una Biblioteca Popular, especialmente simpático. La vida intelectual en las pequeñas capitales, en las villas y aldeas ha cambiado mucho y se ha enriquecido de posibilidades según ha venido avanzando nuestro siglo. La radio, el cine, los discos abaratan la cultura, la música, la ciencia y las letras y las sirven a domicilio o en locales de reunión social poco menos que gratuitamente. Con el mínimo esfuerzo. Y ésta es la peligrosa paradoja de la extensión cultural moderna. Porque a mínimo esfuerzo, mínima adquisición y provecho espiritual. Por eso debemos cuidar del libro, de su difusión y propaganda, de que no falten algunos libros esenciales, libros de devoción, de ciencia y técnica, de buena literatura en todos los hogares como consecuencia de los núcleos selectos de las bibliotecas estatales, provinciales y municipales. Porque el libro, como forma de materialización física y bibliográfica de la cultura, podrá estar en decadencia o en peligro de desaparición  ante el empuje de los discos, cintas, hilos, microfilmos o demás invenciones de la industria humana, a vueltas con los problemas del espacio, del peso y de la combustibilidad. Pero el libro, lo que hoy entendemos por libro y que siempre seguirá siendo el libro, cualquiera que sea la forma en que se nos ofrezca, es el compañero insustituible, el silencioso consejero que nos fuerza a pensar y a sentir, a colaborar con él y a educarnos en el ejercicio activo de la mente.

He venido aquí representando indignamente a la Real Academia Española y sólo esta representación puede justificar el que os hable. Torrelaguna celebra hoy la apertura inaugural de la Biblioteca «Juan de Mena». Y estos dos nombres, el de  Torrelaguna y el de Juan de Mena, evocan en mí  entrañables emociones. El nombre de  Torrelaguna porque está unido al recuerdo de mi santa madre que aquí vivió los años de su mocedad y aquí hizo su noviciado en la lengua de Castilla, ella, la doncellita vascongada de Madariaga, el caserío de Azcoitia, donde nadie hablaba entonces si no vascuence.

Y esa palabra, Torrelaguna, armoniosa y luminosa, con sabor a sierra y a poesía, resonaba en los oídos de un niño que, de la mano de don Marcelino Menéndez Pelayo en  las páginas de su «Antología de Líricos Castellanos», aprendía el  ritmo de su lengua en los versos del poeta cordobés, en sus coplas de arte mayor, vigorosas, férreas, cuadradas, macizas como conviene al  asunto grandioso que las inspira. Hasta los neologismos nobilísimos y arriesgados sonaban a los oídos del escolar como fiel  contraste de metal precioso que por nada del mundo malgastaría en  sustituirlos por moneda más baja y usadera. Y avanzaban como cuadrigas de bridones con sus cuatroacentos equidistantes los versos heroicos del  poeta:

Con dos cuarentenas y más de millares
le vimos de gentes armadas a punto,
sin otro más pueblo inerme allí  junto,
entrar por la vega talando olivares, .
tomando castillos, ganando lugares,
haciendo con miedo de tanta mesnada
con toda su tierra temblar a Granada,
temblar  las arenas, fondón de los mares .

Gran poeta Juan de Mena, el primero que crea un lenguaje poético y se alza sobre las inferiores categorías de juglares y trovadores. Esta Sierra le vio muchas veces solo o con su gran amigo don Iñigo, el Marqués de Santillana, cruzar sus puertos y recogerse en sus castillos o en sus albergues, yendo o viniendo de Segovia a la Nueva Castilla y a la Andalucía. Y Torrelaguna o Tordelaguna tuvo el  triste y piadoso privilegio de recogerle enfermo y maltrecho, probablemente agotado su frágil cuerpo de humanista, el rostro pálido, gastado del estudio, envejecido prematuramente por las  largas vigilias. Y aquí en Torrelaguna hubo de rendir su alma a Dios el que naciera en Córdoba la llana, el huerfanito de padre y madre que había de ser en cambio adoptado por las musas. Con el orgullo natural en todo poeta prometió un día a una dama,  tratando de convencerla de que depusiera su esquivez, la perennidad de las  amadas de mortales, de las musas de carne y hueso salvadas para el futuro por las palabras de oro y fuego.

«Yo vos suplico y vos ruego—me libredes de esta pena,—casi muero
en este fuego—no quizá fallareys luego—cada día un Juan de Mena.»

No; no se halla cada día un  Juan de Mena. Nacen de tarde en tarde, y es mucha suerte para una mujer sobrevivir en las estrofas de un gran poeta. Séalo también para esta flamante Biblioteca un adjetivo que le  gustaría a su padrino el poeta: nacer a la vida alta y clara de Castilla con el nombre esclarecido de Juan de Mena.»

miércoles, 7 de febrero de 2018

EL DESTIERRO DE MARÍA DEL CARMEN

El destierro en tu mismo país era un castigo que antiguamente se utilizaba mucho, alejarte del lugar donde habitabas o habías nacido a regiones más lejanas, por algún delito cometido o simplemente por política, como el que sufrió en este caso María del Carmen Villavicencio de Fulgosio, desterrada a Torrelaguna en la década de los treinta del s.XIX, por ser la madre de tres militares: Dámaso, José y Francisco Fulgosio y Villavicencio, partidarios de Don Carlos y no de Isabel, en la sucesión al trono tras la muerte de Fernando VII.


El convenio de Vergara de 1839, que puso fin a la primera guerra carlista, en el que firmarían entre otros Francisco como Brigadier y José como coronel del ejército carlista, los rehabilitaría al nuevo ejército isabelino.

En 1841 Dámaso y José se implicarían en otro suceso que tiene relación con Torrelaguna a través del general Manuel Gutiérrez de la Concha, otro de los implicados en el asalto al Palacio Real para hacerse con la niña reina Isabel II y sacar del poder a Espartero, golpe fallido, Dámaso al igual que el general Diego de León sería detenido y fusilado, José tuvo más suerte al igual que Manuel Gutiérrez de la Concha que pudo huir a Italia, él lo hizo a Portugal.

sábado, 3 de febrero de 2018

(EL TOISÓN DE ORO) . III. DE LA PRINCESA ISABEL DE CASTILLA (LA EMBAJADA DE BORGOÑA)


Desde Alcalá de Henares el Arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo de Acuña, mandó hasta Tordelaguna a Gómez Manrique, hombre de letras y armas, además de tío y maestro del célebre poeta Jorge Manrique, al mando de cincuenta caballeros, "mui ataviados", para recibir y llevar hasta Alcalá una embajada de Borgoña que venía a cumplimentar a los príncipes Fernando e Isabel.

COLLAR DE LA ORDEN DEL TOISÓN DE ORO

Dos diferentes embajadas de Borgoña recibió la princesa Doña Isabel en Alcalá de Henares. La una en el año de 1472, en que Pedro de Miraumont y el protonotário Artús de Borbon, enviados a confirmar la alianza con el Rey de Aragón por el duque Carlos, fueron a Alcalá a saludar a Doña Isabel y luego siguieron su viaje a Zaragoza. Lo mismo hicieron en el año siguiente de 1473, Juan de Reubempre, señor de Bievre, caballero del Toisón de Oro, y un protonotário cuyo nombre se ignora. Venían en nombre del duque de Borgoña (Carlos el temerario) y del Rey de Inglaterra a hacer alianza con los príncipes de Castilla, Reyes de Sicilia, y a traer el collar del Toisón de Oro al Príncipe Don Fernando, que habia sido electo caballero en el capítulo de la orden que se celebró en Valencienes el 2 de mayo del año 1473. De cualquiera de estas dos embajadas pudo hablar la relación donde se encuentran los hechos aunque los especialistas se inclinan más por la segunda.